sábado, 9 de febrero de 2013

LA AMAZONA



CAPÍTULO 6
 
 
 Después de comer junto al estanque, nos preparamos para proseguir la marcha,  pero los dos jóvenes amantes se encontraban en un aprieto, sin dinero, sin víveres y sin ningún sitio a donde ir.  
 
- ¿Qué vais a hacer ahora? –les pregunté.

Shao miró inquieto a Saito, como si sólo en ese momento se hubiera parado a pensar en su situación.

- Nos las arreglaremos –dijo Saito intentando parecer seguro.

Lars me miró expectante y me di cuenta de que esperaba que yo me ocupara de eso también. Pero, ¿desde cuándo una amazona tenía que cargar con todos los hombres en apuros que se encontraba en su camino? Después de conocer a ese pequeño liante, parecía que me había convertido en una adepta de la orden de las Hermanas Compasivas.

- Os propongo algo –dije lanzando un suspiro de resignación- Si nos acompañáis a Torres Albas, estoy segura de que el señor de la fortaleza os dará cobijo allí.

- ¿Estas segura? –preguntó Saito dudoso- No todo el mundo acepta a los licántropos.

- Sí, claro que estoy segura –respondí al momento- Muad Did es un buen amigo y además, él sólo juzga a la gente por su forma de actuar. No le importará lo más mínimo que seas un licántropo.

Saito miró a Shao y éste asintió.

- Muy bien –dijo entonces el licántropo hablando por los dos- Iremos contigo y te agradecemos mucho tu ayuda.

- Entonces, pongámonos en marcha –dijo Lars con una sonrisa de satisfacción.

Nos encaminamos hacia el Pico del Fénix, en cuya cumbre se encontraba la fortaleza de Muad, por un bosque que a cada paso se hacía más impenetrable. Los helechos, de casi metro y medio de altura, creían en apretadas formaciones que dificultaban la marcha y las ramas de los árboles se entrelazaban unas con otras formando un tupido techo de hojas que ocultaba la luz del sol. Por eso caminábamos con lentitud y Lars aprovechó para satisfacer su inagotable curiosidad.

- ¿Por qué te alejaste de tu hogar? –le preguntó a Saito rompiendo el silencio que se había apoderado del grupo durante unos minutos.

El licántropo le miró fijamente, sin duda, decidiendo si quería contestar a su pregunta. Finalmente tomó una decisión e hizo un gesto de asentimiento, antes de comenzar a hablar.

- Me enamoré de alguien que no lo merecía –dijo en voz baja- Él fingió corresponderme sólo para burlarse de mi y convertirme en el hazmerreír de todo el mundo.

Shao se acercó más a él y le pasó el brazo en torno a la cintura intentando confortarlo.

- ¿Y por eso te fuiste? –insistió Lars.

-No –respondió Saito con una voz ronca que por primera vez me recordó que era algo más que el joven amable y cariñoso que conocíamos- Tuve que marcharme porque lo maté y, entre los de mi raza, eso está penado con el destierro.

- Comprendo –dijo mi compañero asintiendo con la cabeza.

- Pero fue una lucha justa –protestó Shao- Tú lo desafiaste y él aceptó.

- Sí, pero en nuestros duelos siempre se perdona la vida del vencido –replicó Saito con el mismo tono opaco en su voz.

- ¿Y él te habría perdonado a ti si hubiera sido el vencedor? –preguntó Shao entonces.

-No, pero eso no cambia nada –contestó Saito- Matar a alguien de tu mismo clan no tiene perdón.

- ¿Cómo os conocisteis vosotros dos? –pregunté para intentar desviar la conversación de esos recuerdos tan dolorosos.

-Un día que fui a recoger bayas para las pócimas de mi hermana, me encontré con un lobo que parecía herido –comenzó a contar Shao, apretando el brazo que rodeaba la cintura de su amante- Siempre me han gustado los lobos así que me acerqué con cuidado para comprobar su estado ya que yacía en el suelo sin apenas moverse.

- Me habían herido con una flecha en una escaramuza que tuve con cazadores de alimañas- explicó Saito en ese punto.

- Cuando me acerqué, se transformó en un joven y entonces, comprendí que si lo encontraban los que lo habían herido, lo matarían así que lo llevé a una cueva de los alrededores y lo cuidé en secreto –continuó el zíngaro su narración.

- Los licántropos nos recuperamos enseguida de cualquier herida así que en pocos días estaba totalmente repuesto y pude seguir a los zíngaros que habían decidido emprender de nuevo su errático viaje.

- El resto ya lo conocéis –dijo Shao- Estaba decidido a irme con él pero mi hermana nos descubrió y...

Un gesto de Saito hizo que Shao se interrumpiera. Levantó el rostro y pareció olfatear algo en el aire denso del bosque. En ese momento yo también comencé a captar un olor pestilente y supe enseguida de qué se trataba.

- Son trolls –dije con voz casi inaudible- Deben estar acechándonos entre los árboles.

Saito asintió sin dejar de intentar atravesar la penumbra que nos envolvía con sus penetrantes ojos.

- Tenemos que estar preparados –volví a susurrar y comencé a rebuscar en las alforjas de Tiere. Saqué una espada bastante pequeña y de formas sencillas y se la entregué a Lars- Mantente cerca de mi y sólo ataca a los que rebasen mi defensa, ¿de acuerdo?

El joven asintió tomando la espada.

- Es la primera espada que tuve –le sonreí intentando animarlo- Me la regaló mi madre cuando cumplí doce años.

Lars la miró con más detenimiento y luego sonrió a su vez.

- La cuidaré bien, no te preocupes.

Mientras continuaba buscando en las alforjas, vi que Saito comenzaba a desnudarse por completo y le entregaba la ropa a Shao. Unos instantes después, en el lugar donde antes había un joven, ahora se alzaba un enorme lobo negro de ojos amarillos.

Por fin encontré lo que estaba buscando y se lo entregué a Shao, recogiendo de sus manos la ropa de Saito para meterla en las alforjas. Se trataba de cinco cuchillos pequeños que sabía que el zíngaro sabría arrojar con certera puntería.

- Shao, colócate detrás de Saito e intenta sorprenderlos con tus cuchillos en cuanto aparezcan. –comencé a preparar nuestra estrategia- Tú, Lars, sujeta las riendas de Tiere y permanece siempre junto a mí.

Ambos jóvenes asintieron sin decir nada y comenzamos a avanzar con precaución. Saito y yo abríamos la marcha con los otros dos unos pasos por detrás. Nuestros ojos se movían constantemente intentando captar cualquier movimiento sospechoso, mientras que el olor nauseabundo de los trolls se hacía cada vez más intenso.

Aún pudimos avanzar unos metros más antes de que los trolls se arrojaran sobre nosotros lanzando rugidos salvajes.

Shao, tal y como le había pedido, mató a dos de ellos enseguida, clavándoles el cuchillo en la garganta y se preparó para utilizar los tres restantes, mientras Saito se lanzaba sobre otro y le desgarraba el cuello de un mordisco. Dos más se abalanzaron sobre mí levantando sus pesadas mazas pero no podían competir con una amazona experimentada y acabé con ellos en segundos.

Sin embargo, aún quedaban muchos trolls en el grupo que nos atacaba, así que enseguida me vi acosada por otros tres, pero no sin que antes pudiera echar un vistazo a lo que sucedía a mi alrededor.

Saito continuaba matando trolls con una eficacia sorprendente, ya que su agilidad le permitía esquivar, con facilidad, las mazas con las que torpemente intentaban golpearlo.

Shao, por su parte, había matado a tres más gracias a los cuchillos que le proporcioné y ahora, empuñando su daga, acababa con los que Saito arrojaba a sus pies.

Mientras luchaba contra mis tres atacantes, vi cómo un troll, de aspecto especialmente repulsivo, corría hacía donde estaba Lars y luché con desesperación para desembarazarme de ellos y poder acudir en su ayuda.

Me adelanté decidida y de un tajo le abrí el vientre al que estaba a mi izquierda. Luego, de una patada alejé unos segundos al del medio y ataqué al de la derecha con el estoque que llevaba en la otra mano atravesándole el pecho. Por fin, antes de que el último que quedaba pudiera levantarse, me acerqué y le corté el cuello con el filo de mi espada.

Me volví para correr hacia donde estaba Lars, pero el troll que lo había atacado estaba en el suelo y mi compañero miraba asombrado la espada manchada de sangre que aún sujetaba con fuerza.

Le hice un gesto de ánimo y busqué a algún nuevo enemigo al que enfrentarme pero todos los trolls yacían en el suelo muertos o agonizando, así que bajé la espada y suspiré aliviada de que los cuatro hubiéramos salido ilesos del encuentro. Luego, me acerqué a Lars y cogí la espada que tenía entre sus dedos rígidos.

- Lo has hecho muy bien, cielo –le dije apretándole el brazo cálidamente. Sabía que se habría sentido aterrado cuando le atacó el enorme troll, pero pudo reaccionar con la suficiente serenidad para acabar con él.

-Yo... no sé cómo lo he hecho –dijo Lars con voz entrecortada- Quizá aprendí más de lo que creía de las clases de esgrima que mi hermano se empeñó en darme.

- Jajaja – reí contenta de que no hubiera sufrido ningún daño- Parece que fuiste un alumno aplicado.

Saito y Shao se reunieron con nosotros y después de recoger los cuchillos del joven zíngaro, continuamos nuestro camino.

Tres días después, y tras una agotador ascenso hasta la cumbre del Pico del Fénix, llegamos a Torres Albas. La fortaleza se recortaba contra el cielo índigo y sus torres de mármol blanco refulgían en tonos rosados con los últimos rayos del sol.

Las puertas aún estaban abiertas así que pudimos entrar sin tener que golpear la enorme aldaba de hierro con forma de fénix. Los soldados de guardia nos dejaron pasar cuando me di a conocer y nos encaminamos hacia la gran torre central para encontrarnos con Muad Did, el señor de la fortaleza.

Sabía que habría presentido nuestra presencia mucho antes de que llegáramos a la fortaleza y nos estaría aguardando con su proverbial paciencia, así que me dirigí a su estudio. Tal y como había imaginado, se encontraba allí leyendo uno de sus innumerables manuscritos de magia.

Era un hombre realmente imponente. Su estatura sobrepasaba a la mía en varias centímetros y su cuerpo musculoso se podía apreciar incluso a través de la ropa que lo cubría. Sus rasgos eran austeros aunque los ojos transmitían una fuerza que no pasaba desapercibida para nadie y cualquier indicación que saliera de sus labios era atendida con diligencia por cuantos le servían.

Cuando entramos en la sala, dejó a un lado el manuscrito y se levantó. Se acercó a mi y tomándome de las manos, las besó con delicadeza.

- Te he echado de menos, Miyu –dijo con una sonrisa que hizo que sus rasgos severos se llenaran de calidez.

- Yo también a ti, Muad –respondí besándole en ambas mejillas con afecto- Permíteme presentarte a mis compañeros.

Muad, apartó la mirada que mantenía clavada en mi rostro para mirar a los que me acompañaban.

- Un humano, un zíngaro y un licántropo –dijo con tono irónico- extraña compañía para una amazona.

- Son buenos amigos, Muad –dije sin hacer caso de su ironía- Y necesito que hagas algo por mí.

- Sabes que puedes pedirme lo que sea –respondió de inmediato- No hay nada que pueda producirme mayor placer que ayudarte en todo lo que pueda.

- Lo sé –dije mirándolo con agradecimiento.

- Pero antes de nada quiero hablar contigo a solas –dijo Muad con un tono que no admitía discusión- Tienes que contarme muchas cosas.

Asentí en silencio y él tocó una pequeña campanilla que resonó en la sala durante unos segundos. Enseguida aparecieron dos hermosas mujeres vestidas únicamente con una fina túnica de seda que dejaba al descubierto la mayor parte de su cuerpo.

Muad le hizo una seña a una de ellas para que se acercara y le dijo algo en voz tan baja que no fui capaz de oírlo. Luego, se dirigió a Saito y a Shao con una sonrisa.

- Por favor, acompañad a Milara y ella os mostrará vuestros aposentos.

La otra joven que se había mantenido junto a la puerta, se inclinó con cortesía y les indicó que la siguieran.

Lars me miró sorprendido, ya que por lo que parecía, Muad había dispuesto algo distinto para él.

- Muad... –dije imaginando lo que se proponía- Eres incorregible.

El mago asintió con la misma expresión satisfecha que si le hubiera hecho un elogio.

- Eso creo –sonrió.

- No te preocupes, Lars –dije luego a mi joven amante- Te aseguro que no tendrás ninguna queja.

Lars nos miró a uno y otro, sin saber qué pensar y luego siguió a la joven que lo aguardaba junto a la puerta.

Cuando nos quedamos a solas, Muad me indicó que me sentara sobre uno de los sillones que había junto a la celosía que cubría una de las paredes de la sala y él se sentó en el otro.

- Cuéntame qué ha sido de tu vida en este tiempo –dijo con voz suave- Hace por lo menos dos años desde la última vez que nos vimos.

- Ya sabes cómo es mi vida, Muad –respondí evasiva- Lucho cuando mi reina lo ordena, o cuando el combate me parece justo. El resto del tiempo, busco el placer como tú me enseñaste.

- Sí, fueron buenos tiempos –dijo Muad con un tono nostálgico que me hizo recordar algunas de las veces en las que nos entregamos a la pasión. En mi imaginación volví a sentir esas manos grandes y poderosas recorriendo mi piel y haciendo que todo mi cuerpo de estremeciera de exquisito placer.

- Pero ninguno de los dos podía dejar de ser lo que éramos y por eso tuvimos que separarnos –dije sin amargura porque el dolor hacía mucho tiempo que había pasado y ahora sólo quedaba el afecto profundo que sentíamos el uno por el otro.

- Lo sé –respondió Muad con un suspiro- Tú no estás hecha para permanecer entre cuatro paredes y yo no podía abandonar mis responsabilidades para recorrer el mundo junto a ti.

Asentí y alargué la mano para apretar la suya.

- Bueno, ahora dime qué necesitas –dijo después de un momento de silencio.

Le expliqué todo y Muad escuchó sin decir nada hasta que hube terminado.

- No te preocupes por la pareja de enamorados –dijo sonriendo- Pueden quedarse aquí todo el tiempo que quieran. Dispondrán de habitaciones en esta misma torre y me encargaré personalmente de que nos les falte de nada.

- Muchas gracias, Muad –dije con satisfacción.

- ¿Desde cuándo tienes que darme las gracias? –me preguntó con gesto ofendido.

- Jajaja, está bien, las retiro – dije con gesto burlón- ¿Y respecto a lo otro?

- También he pensado en eso –replicó levantándose para coger un pergamino y una pluma. Cuando hubo terminado, lo dobló y le puso su sello personal.

- He escrito el nombre y la dirección de la persona a la que tienes que entregárselo y él te ayudará en todo lo que necesites –dijo dándome el pergamino.

Como no quería que le diera las gracias, me levanté y le di un suave beso en los labios. Luego, miré a través de la celosía porque si conocía a Muad tan bien como creía, Lars estaría en la sala contigua. Sonreí al ver que no me había equivocado y me acomodé para contemplar el espectáculo, haciéndole un guiño pícaro a mi acompañante.

Lars miraba asombrado la enorme sala en la que se encontraba, vacía excepto por la multitud de almohadones que había sobre el suelo. En ese momento, cinco bellas mujeres, completamente desnudas y con la piel brillando por el aceite aromático que la cubría, entraron en la sala. Cada una de ellas llevaba un brazalete de plata en el brazo con una piedra engarzada.

Cuando las muchachas se acercaron a Lars y comenzaron a desnudarlo, no pude dejar de reírme al ver su expresión pasmada. Una vez que estuvo completamente desnudo, hicieron que se recostara sobre los mullidos almohadones y una de ellas comenzó a masajear su cuerpo con la habilidad que cabria esperar de alguien que servía a Muad.

Otra mujer que llevaba una amatista en el brazalete, comenzó a lamerle los pies lentamente, subiendo hacia las piernas y regresando al lugar originario una y otra vez.

Dos más, una con un topacio y la otra con un ágata en los brazaletes, se inclinaron sobre sus genitales y comenzaron a lamerlos. La restante, se puso a chuparle el cuello y luego fue bajando sin dejar de lamer cada centímetro de su piel hasta llegar a sus pezones y allí se detuvo para estimularlos moviendo su lengua con maestría inigualable.

Enseguida, Lars empezó a gemir de placer y su polla se irguió como un estandarte.

Pero las hermosas mujeres no iban a dejar que se corriera tan deprisa y le hicieron rodar sobre sí mismo para colocarlo boca abajo.

Cada una siguió en su puesto lamiendo la porción de cuerpo que les correspondía. Así que las dos muchachas que antes se habían ocupado de su pene y testículos ahora le mordisqueaban las nalgas y le lamían el ano, mientras que la del brazalete de amatista, seguía entregada a su tarea en los pies y las otras dos se dedicaban por entero a su espalda.

Lars temblaba de placer y su respiración era agitada, mientras que las mujeres parecían totalmente concentradas en su porción de piel. Después de un rato, volvieron a darle la vuelta y entonces una de ellas se montó sobre la polla erguida y se dejó caer con fuerza sobre ella. El cuerpo del joven sufrió una convulsión y sus caderas se movieron con energía para profundizar en el cuerpo de la muchacha.

Antes de que diera la quinta embestida se retiró y otra ocupó su lugar. Y así se fueron alternando hasta que Lars no pudo más y eyaculó en el interior de la chica del ágata. Sin embargo, aún no estaban satisfechas y continuaron estimulándole hasta que consiguieron dejarlo completamente exhausto.

Entonces, se colocaron a su alrededor y siguieron acariciándolo y besándolo por todas partes demostrando una dedicación al trabajo realmente encomiable.

Sonreí satisfecha y me retiré de la celosía para continuar charlando con Muad de los viejos tiempos.


8 comentarios:

  1. Ya echaba de menos a la Amazona, menudos amigos tiene, que forma de recibir a los invitados. Me ha encantado el capítulo. Muchas gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, no creo que Lars tenga queja, jajaja, pero a mi eso de que me atiendan tantos a la vez no sé si no me daría un poco de agobio, se me dispersarían las sensaciones por demasiados sitios, jajaja. Besos.

      Eliminar
  2. Hola Minu, que tengas lindo fin de semana :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Lu. Te deseo también un feliz domingo. Besos.

      Eliminar
  3. jajaja hala minuu!! que genialo, me ha gustado mucho este capitulo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Saito. Me alegro de que te haya gustado. Nos vemos esta noche. Besossss.

      Eliminar
  4. Fina. Minu esta excelente el capitulo, cada dia mas interesante, besos, chao

    ResponderEliminar
  5. Hola, Fina. Gracias por tu comentario. Besossss.

    ResponderEliminar