lunes, 14 de enero de 2013

LA AMAZONA



CAPÍTULO 2


Un rayo de sol infiltrándose entre las hojas plateadas del sauce que nos cobijaba, me despertó. El bosque estaba silencioso. Ni siquiera, el dulce canto de las alondras perturbaba la calma que envolvía el lugar y eso me inquietó. Sin embargo, me desperecé estirando cada músculo de mi cuerpo y comencé a vestirme lentamente, poniéndome por último la casaca de cuero engrasado capaz de desviar incluso los dardos envenenados de Dordor.  

Al mismo tiempo, mi ojos recorrían imperturbables las sombras de los alrededores, buscando cualquier atisbo de peligro. Al fin me giré para observar a mi prisionero, que dormía junto a los rescoldos de la hoguera, y le empujé con la punta de mi bota.

- Arriba, Lars –dije con tono tranquilo- Es hora de partir.

- Hm –bostezó el joven abriendo los ojos y mirándome.

- ¿Hay algo de comer? –preguntó con ansiedad.

- ¿Crees que anoche fuiste tan bueno como para merecer recompensa? –le pregunté con ironía.

- No creo que tengas motivos de queja –rezongó ruborizándose.

- Jajaja –reí francamente divertida- Pero si yo hice todo el trabajo...

El aleteo de un cuervo me interrumpió y con un gesto veloz preparé la ballesta.

El sonido que surgió de la copa de una enorme haya, hizo que se me erizara el vello de los brazos. Parecía una mezcla de graznido de ave y risa humana, y sólo podía proceder de la garganta de una arpía.  

- ¿Qué ha sido eso? –preguntó Lars con temor.

- Shhh –le silencié- No te muevas.

- ¿Cómo voy a moverme si ayer me dejaste atado al árbol? –replicó en tono sarcástico.

- No me fío de ti , pequeño –dije sin volverme pero le arrojé la daga que llevaba en la bota- Ahora, atento.

Las ramas del haya se agitaron bruscamente y una majestuosa arpía avanzó hacia nosotros con cautela. Debía estar muy hambrienta para atacar de frente y a plena luz del día, lo cual la hacía aún más peligrosa si eso era posible.  

Era aproximadamente de mi altura pero más musculosa. Su cabeza estaba rodeada de una aureola de plumas blancas, grises y negras, al igual que las alas que permanecían replegadas en su espalda. Sus manos y pies poseían garras curvadas y tan afiladas como mi daga; sin embargo, el resto del cuerpo era igual al de cualquier mujer, excepto por los ojos amarillos y los dientes puntiagudos.

Las dos nos miramos inmóviles durante un instante midiendo nuestras fuerzas y después, disparé la ballesta, pero la saeta que había dirigido a su corazón fue rechazada con un golpe de sus potentes alas. Luego, con una velocidad sobrehumana, se arrojó sobre mí intentando alcanzar mi garganta.   Retrocedí un paso y saqué mi espada pero la arpía se detuvo antes de que pudiera hundirla en su vientre desprotegido. Desplegó sus enormes alas y alzó el vuelo haciéndome tambalear por el golpe de viento que provocó. Enseguida recobré el equilibrio y entonces comprendí que la arpía había decidido buscar una presa más fácil.

Lars se encontraba apoyado contra un árbol, sujetando la daga con su mano derecha y observando aterrado cómo la hambrienta arpía se dirigía hacia él.

- ¡Apártate, Lars! –grité desesperada intentando interponerme entre el indefenso joven y la monstruosa criatura.

En el último momento, Lars consiguió lanzarse tras el tronco del árbol y las garras de la arpía pasaron a escasos centímetros de su piel.

Antes de que se recuperara, la golpeé en la espalda con mi espada pero era demasiado rápida incluso para una amazona y se zafó de mí a pesar de su herida. Se apartó unos pasos, emitió un grito escalofriante y se abalanzó sobre mí, llena de furia asesina.   
 
Le atravesé el costado con mi espada pero ni siquiera pareció notarlo y sus garras se clavaron en mi pecho izquierdo. Creí que iba a morir pero, de pronto, su presa se aflojó y sólo dejó tres largos arañazos que comenzaron a sangrar lentamente.  
Levanté los ojos y vi a Lars con la daga que le había entregado clavada profundamente en el cuello de la arpía.

Aparté a la criatura de un empujón y me puse de pie.

- ¿Estás bien? –preguntó Lars mirando los arañazos de mi pecho.

- He estado peor –contesté quitándome la casaca.

Cogí la bota de vino y empapé un trozo de lino limpio para desinfectarme las heridas.

- Será mejor que lo haga yo –dijo Lars quitándome el paño de la mano y aplicándolo él mismo en las heridas. Luego, con un gesto casi involuntario, acarició mi otro seno, pellizcando suavemente el pezón hasta hacerlo endurecer. 
 
- Lars... –empecé a decir pero sus labios me silenciaron y su lengua comenzó a recorrer mi boca con avidez, acariciando mis dientes, mi paladar... hasta unirse con la mía en una danza tan antigua como el mundo.  
 
Noté cómo una gota de sangre se deslizaba por mi pecho herido y entonces, Lars separó sus labios de los míos para lamer la sangre roja como el rubí. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo y permanecí paralizada unos instantes mientras sentía la boca de él en mi pezón lamiendo y succionando con lentitud. Luego, le aparté con firmeza.

- ¿Por qué has hecho eso? –pregunté mirándole a los ojos llena de suspicacia.

- ¿Hacer el qué? –parecía realmente confundido.

- Has probado mi sangre –musité con gesto fiero- ¿Sabes lo que significa entre mi pueblo?

- No... –contestó vacilante- ¿He hecho algo malo?

- No es nada que debas saber –repliqué tajante- Es mejor que nos alejemos de aquí.

Recogí mis pertenencias y luego até las manos de Lars con una larga cuerda que sujeté a la silla de mi caballo.

- Sigues sin fiarte de mí a pesar de que te he salvado la vida –dijo con resentimiento- Deberías mostrar un poco de agradecimiento.

- Las amazonas no sentimos agradecimiento por ningún hombre –respondí impasible- ¿No lo aprendiste de pequeño? Es uno de los pocos rumores sobre nosotras que es verdadero.

Al atardecer encontramos un lago de aguas cristalinas y decidí detenerme allí a pasar la noche. Até a Lars a un árbol y me desnudé para sumergirme en la tranquila laguna.

La luna se alzó en el cielo aterciopelado y su luz plateada se reflejó en las aguas haciéndolas destellar como si miles de diamantes flotaran en ellas. Froté mi cuerpo vigorosamente para desprender el polvo y la sangre que cubrían mi piel. Deslicé con suavidad mis dedos mojados por el seno herido, pero los arañazos eran apenas perceptibles gracias al poder de regeneración de mi raza.

Continué acariciando mis pechos, el vientre y el pubis, haciendo que la excitación me invadiera al tiempo que me libraba de los últimos restos de suciedad.

Por fin salí del lago, con el cabello empapado y chorreando gotas de agua que se deslizaban, relucientes, por las curvas de mi cuerpo. Me acerqué despacio hasta el lugar desde donde Lars no había dejado de observarme y le desaté.

Con rápidos movimientos le despojé de sus ropas y le acaricié el miembro hinchado. El joven dio un respingo y se encogió ante la frialdad de mis manos.

- Hay algo que siempre permanece cálido –sonreí y me arrodillé frente a él.

Introduje su pene en mi boca y lo saboreé con deleite. Mi lengua jugaba con su piel sensible rozándola apenas unas veces y frotando con energía otras.

Enseguida, noté cómo se endurecía y comencé a acariciarle y apretarle con suavidad los testículos con mi mano derecha, mientras que con la izquierda, le masajeaba las musculosas nalgas.

Sus gemidos de placer invadieron la noche oscura y se mezclaron con el canto de los grillos y el ulular de una lechuza lejana. Seguí chupando su polla, haciéndola entrar y salir de mi boca caliente con un ritmo cada vez más rápido, al tiempo que mis dedos se introducían en su ano relajado.

Cuando me di cuenta de que estaba a punto de correrse, me retiré. Le di la espalda, me incliné, apoyándome contra el tronco de un álamo y abrí las piernas ofreciéndole ambos orificios para que eligiera a su placer.

Sus manos se apoderaron de mis pechos colgantes y sentí su pene introduciéndose en mi vagina mojada no sólo por el agua. Penetró hasta el fondo de un empujón y sus testículos chocaron contra la entrada. Luego, comenzó a moverse dentro de mí con embestidas lentas y prolongadas, que me hicieron suspirar de placer.

Enseguida aceleró el ritmo de sus movimientos hasta hacerse frenético y me embargó el profundo deleite del orgasmo. Sin embargo, Lars no se corrió y salió de la vagina palpitante para invadir mi ano.

El placer que aún me envolvía propició que el esfínter estuviera totalmente relajado y el glande entró sin dificultad. Lars permaneció quieto unos momentos antes de empujar con suavidad, para penetrar del todo en mi interior. Sus movimientos eran más cuidadosos que antes pero las paredes del recto le oprimían la polla con firmeza proporcionándole un enorme placer que quedó patente por sus jadeos entrecortados.

Por fin, todo su cuerpo se puso rígido y sentí su semilla dentro de mí como un bálsamo que calmaba el escozor de mi recto.

- ¿Te ha parecido suficiente agradecimiento por salvar mi vida? –susurré.

- No hubiera podido pensar en nada mejor – sonrió Lars complacido.


2 comentarios:

  1. Muy buen capitulo, espero a ver como acaban estos dos. Esperaré con ganas el siguiente. Muchas gracias.

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  2. Me alegro mucho de que te esté gustando, Ilnag, enseguida saldrá el tercero. Gracias por comentar.

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